jueves, 7 de mayo de 2015

Reseña: "La ladrona de libros" de Markus Zusak



Título: “La ladrona de libros”
Autor: Markus Zusak
Páginas: 531
Publicación: septiembre 2007 (Lumen)
Género: Drama

Hace meses que tengo esta novela en casa, pero me ha costado bastante tomar la decisión de empezar a leerla. Un par de veces la he tenido en las manos pero al final la he dejado, por pereza, cuando veía que eran bastantes páginas y con una letra más que pequeña. Pero hace unas semanas, cuando tenía que escoger un nuevo libro, me obligué a leer éste, por fin. Algo me ayudó el hecho de tener la película esperando a ser vista.

Autor
Markus Zusak, pseudónimo de Branko Cincovic, es el autor de “la ladrona de libros”. Nació en Australia hace treinta y nueve años, aunque sus padres eran de Alemania y Austria. He ahí su inspiración para escribir un libro sobre la Alemania nazi. De sus obras, únicamente dos se han traducido al español: “la ladrona de libros” en 2007 y “cartas cruzadas” en 2011.

Resumen / Sinopsis
Liesel Meminger es una niña de nueve años que tiene que hacer frente a la muerte de su hermano pequeño, a la vez que su madre, sin recursos, la deja en un pueblo de Alemania. Mientras la Segunda Guerra Mundial transcurre, aparentemente lejos, Liesel vive humildemente con sus padres de acogida, su padre le enseña a leer y a escribir, y de sus amigos aprende el valor de la amistad y la lealtad.

Opinión personal
“La ladrona de libros” se divide en diez partes, cada una con ocho capítulos, que en vez de estar numerados, como es lo más frecuente, consta cada uno de ellos de título propio. Algunos capítulos son cortos, pero la mayoría tienen unas diez páginas, una longitud bastante apropiada, ya que es suficiente como para que el autor se explaye y, a la vez, permite hacer paradas en la lectura de forma cómoda, sin tener que dejar capítulos a medias. Una cosa que me ha resultado extraña, e innecesaria, es que al comenzar cada una de las diez partes del libro, se muestran los títulos de todos los capítulos que contiene dicha parte. Esto sirve para hacerse una ligera idea de lo que se va a leer en las siguientes páginas, pero realmente no aporta nada y puede incluso llevar a confusión, si se piensa lo que no es. Creo que sería suficiente con leer el título de un capítulo al comienzo del mismo.

Éste es un libro diferente, me di cuenta de ello desde que empecé a leerlo. Tardé unas cuantas páginas en pillarle el tranquillo debido a su extraña narradora, la muerte, que va introduciendo sus propias reflexiones en el relato mediante frases escritas con un tipo de letra distinto. Cuesta un poco acostumbrarse a ello. Al principio esto me echó un poco para atrás, ya que no entendía algunas cosas, pero enseguida me habitué e incluso llegué a agradecer las aclaraciones de la inusual narradora. Sin destripar nada importante, no puedo evitar decir que me encanta el tono irónico que utiliza habitualmente la muerte, así como sus intentos de disculpa por hacer lo que hace, su trabajo.

“La ladrona de libros” no es una de esas novelas que te mantienen enganchado, deseando comenzar otro capítulo, y otro más. La verdad es que no he perdido el sueño por leerla. Pero no todo en un libro es el misterio o la intriga, el mensaje que transmite, y la forma en la que lo hace, pueden ser tan importantes o más. Quienes busquen leer una novela sobre el nazismo o la guerra, como otras tantas, que no cojan ésta porque, aunque esté ambientada en esa época, va mucho más allá de un simple relato sobre Hitler y los judíos. Con una narración más que elegante, el autor se centra en desvelar la historia de supervivencia de la pequeña Liesel, tanto a nivel físico como emocional.

A pesar de que he dicho que hay cosas más importantes que la intriga en un libro, en éste sí que he echado de menos algo más de suspense. Es bastante largo y ha habido momentos en los que creo que el autor se ha extendido demasiado en algunos temas que no lo merecían. En ocasiones hubiera preferido que en lugar de ahondar tanto en sentimientos, pensamientos o reflexiones, hubiera introducido algún giro inesperado a la historia que, aun sin ser extremadamente necesarios, algo de falta sí hacen si se quiere mantener el interés del lector.La historia de Liesel es bastante triste, pero tengo que decir que me ha resultado un libro bonito. La forma de escribir del autor es muy agradable de leer y la sensación que queda al final es bastante buena, obviando lo trágico del relato. Esto es algo que me encanta de las novelas, cuando no te dejan indiferente, cuando te hacen pensar: “¿cómo puede ser que un libro que cuenta una historia tan triste me parezca tan bonito?” Mérito del autor, sin duda.

martes, 28 de abril de 2015

Relato: Hasta que la muerte nos separe


Me llamo Natalia, tengo veintiocho años y ahora mismo estoy en mi casa, sentada en una butaca en el salón, con la única compañía de un cuaderno y un bolígrafo. Sola, así llevo mucho tiempo, sin amigos, sin familia, sin nadie con quien poder hablar o desahogarme. En mi vida solo tengo a Luis, mi marido. Yo misma decidí alejarme de todos hace mucho tiempo, mejor que no vieran como poco a poco, día a día, me iba haciendo cada vez más pequeña. Hace semanas que no me miro ni en el espejo, creo que estoy dejando de existir hasta para mí misma. Hoy he decidido escribir mi historia porque necesito escupir lo que siento, aunque sea en un trozo de papel. Quizá cuando termine me arrepienta y lo tire, y este relato nunca habrá existido.

Hoy Luis me ha pegado. La bofetada ha sido tan fuerte que ha dejado sus dedos marcados en mi mejilla. Yo me he llevado las manos a la cara, mirándole con una tristeza que nunca antes había sentido y él se ha levantado y se ha marchado sin más, sin decir nada, sin mirarme, y sin pedirme perdón. Han pasado horas y aún me escuece, aunque lo que más duele es haber comprobado que es capaz de hacerlo. Hace mucho tiempo que estaba segura de que este momento llegaría, pero una parte de mí esperaba, más bien suplicaba, que no se atreviera. Hoy se han esfumado todas mis esperanzas. Si hasta ahora me aferraba a ese amor que siempre jura tenerme con el anhelo de que cambiara, hoy lo único que siento es un gran desaliento.

“La carne está dura”, me ha dicho, con tono muy serio y vehemente, cuando hemos empezado a comer. Yo le he mirado encogida, esperando que empezara a gritarme, como hace siempre, y preparándome para contener las ganas de llorar. Verme llorando le pone muy nervioso. Pero esta vez no ha habido ni gritos, ni enfados, ni malas caras. Ni siquiera se ha girado hacia mí, solo ha estirado el brazo y ha soltado la mano, como si yo no mereciera ni que me mirara. Solo hacía diez minutos que había llegado a casa y me había dicho “te quiero” mientras me daba un beso.

Ya no quiero a Luis y no recuerdo cuando fue la última vez que sentí algo por él, ni bueno, ni malo. Ni siquiera estoy segura de que alguna vez le haya amado, tal vez solo las ganas de formar una familia me llevaron a dejarme engatusar y creerme feliz, cuando en realidad nunca lo he sido a su lado. Sus gritos, reproches y órdenes han sido tan constantes desde que nos casamos que me he obligado a no sentir, no quiero sentir. Desde hace mucho vivo en una pequeña burbuja en la que solo cabemos mis lágrimas, mi angustia, mi miedo y yo. A la fuerza he tenido que aprender a permanecer calladita en ese espacio cada vez más diminuto. Tras la bofetada de hoy no me quedan fuerzas ni para sentirme triste, el golpe me ha dejado en un estado en el que ni siquiera me oigo respirar, siento que me estoy apagando.

En España vivimos en una dictadura y el divorcio no es legal así que, aun sin quererle, estoy atada a Luis para toda la vida. Recuerdo mucho a mi padre, que antes de casarme me habló muchas veces de su preocupación por el carácter temperamental del que hoy es mi marido. Nunca le hice caso, no me preocupé en exceso, pensando que exageraba. Ahora sé que tenía razón, ahora que ni siquiera está para poder pedirle ayuda. Estoy sola, más sola de lo que creo poder soportar. No dejo de pensar en lo que Luis y yo nos prometimos cuando nos casamos: amarnos, cuidarnos y respetarnos hasta que la muerte nos separe. Quizá ha llegado el momento de separarnos.

martes, 14 de abril de 2015

Relato: El libro caprichoso



En cuanto el último cliente se hubo marchado Sara cuadró la caja, recogió sus cosas, bajó la persiana de la tienda y echó la llave. Se había acabado un día más, otro de tantos en el que menos gente de la que le hubiera gustado se había acercado a su pequeña librería. La había heredado de sus padres cuando éstos se jubilaron, hacía una década. A sus cuarenta y un años, era una lectora empedernida, siempre pegada a un libro. Había estado más tiempo entre las cuatro paredes del negocio familiar que en su propia casa. De niña, al salir del colegio, corría sin perder un segundo y se pasaba horas entre los cientos de libros que sus progenitores cuidaban como si de hijos se tratara. Pero de eso hace ya mucho tiempo, demasiado. La librería, que siempre había estado atestada de clientes, ya nada tenía que ver con la que fue años atrás.

Sara estaba cansada y lo único que quería era llegar a casa, darse una ducha y meterse en la cama a dejarse vencer por el sueño. No vivía demasiado lejos así que se fue andando, como casi todos los días. Era ya de noche, cerca de las nueve, por lo que las calles estaban bastante oscuras, únicamente iluminadas por la tenue luz de unas pocas farolas. Caminaba distraída, pensando en un pedido de libros que debía llegarle al día siguiente, cuando algo la hizo tropezar y, sin poder evitarlo a pesar de unos cuantos malabarismos, cayó de bruces al suelo. Después de que una mujer la ayudara a levantarse y a recoger sus cosas, que se habían desparramado por la acera, buscó con curiosidad lo que había provocado su caída.

Quizá por un capricho del destino el objeto con el que se había topado era un libro. Lo recogió del suelo y lo observó embelesada. Era muy hermoso, tenía el lomo de piel azul y el título grabado en letras de color dorado. No lo conocía, nunca antes lo había visto. Lo guardó en el bolso y retomó el camino a casa. Una vez allí su cansancio parecía haberse esfumado y únicamente sentía ansia por descubrir los entresijos de aquel misterioso libro. Lo abrió y, tras pasar las primeras páginas en blanco, comenzó a leerlo. Apenas llevaba un par de líneas cuando sintió una fuerte sacudida. Acto seguido, escuchó el zumbido de su despertador taladrándole los oídos.

El reloj marcaba las 7:30, la misma hora a la que Sara se despertaba cada mañana. Apagó la alarma y miró a su alrededor, aturdida. Vio el libro a su lado, abierto, exactamente como recordaba haberlo tenido en las manos hacía solo un momento. Tenía una sensación extraña, parecía que se había quedado dormida antes siquiera de comenzar a leerlo, pero no lo recordaba así. Se levantó y se dio una ducha, necesitaba despejarse. Después entró en la cocina y encendió la televisión para ver las noticias mientras desayunaba. La lluvia había provocado una colisión múltiple en la autopista. 
Qué raro, ayer también hubo un accidente en el mismo sitio –pensó. 
Estaba distraída, no podía quitarse el libro de la cabeza.

El día en la librería fue bastante extraño, entraron los mismos clientes que en la jornada anterior y compraron los mismos libros. 
¿Por qué harán eso? –se preguntó Sara
No tenía sentido, pero no se atrevió a preguntárselo a ninguno. Pasó el día muy contrariada y, sin saber por qué, sin dejar de pensar en el libro. Fue directa a por él en cuanto entró por la puerta de casa al terminar el día. Allí estaba, en la mesilla de noche, hermoso, reluciente, expectante, casi podía imaginárselo con unos bracitos abiertos invitándola a cogerle. No se hizo de rogar y se sentó en la cama dispuesta a devorarlo. Cuando aún no había terminado ni la primera página, notó otra convulsión, igual que la de la noche anterior, y nuevamente el estridente sonido del despertador. Esta vez estaba segura de que no había estado durmiendo.

Ese día transcurrió exactamente igual que los dos anteriores. El mismo accidente en la autopista, los mismos clientes de la librería… todo se repitió tal cual. Y por la noche, otra vez, cuando trató de leer el libro, Sara sufrió la sacudida que la llevaba al momento en que sonaba su despertador. Las 7:30 de la mañana otra vez, de la misma mañana en la que llevaba despertándose cuatro días seguidos. Empezó a pensar que todo estaba en su imaginación, no era posible que se estuviera repitiendo el mismo día una vez tras otra.

Era el libro, estaba segura. El simple hecho de pensarlo le daba miedo, temía estar volviéndose loca, pero sentía que aquel no era un libro cualquiera. Desde el principio había ejercido en ella un singular influjo. Aquella mañana decidió quedarse en casa, no podía seguir viviendo el mismo día una y otra vez sin hacer nada por saber qué estaba pasando. Lo primero que hizo fue mirar en Internet y, como era de esperar, no encontró absolutamente nada. ¿Qué iba a haber acerca de un libro que provocaba viajes en el tiempo? Era una locura. Después de varias horas localizó una librería que se dedicaba a la compraventa de libros curiosos, especiales, únicos. Sin duda el que Sara había encontrado gozaba de todas esas peculiaridades. Lo metió en el bolso y fue a buscar la tienda, que no quedaba lejos de su casa.

El hombre abrió los ojos como platos cuando Sara le mostró el libro. Ni siquiera le hizo falta verlo de cerca, era evidente que no era la primera vez que lo tenía delante.  

–¿De dónde ha sacado usted ese libro? –preguntó el librero.

–Tropecé con él en la calle –respondió Sara.

–Venga conmigo, por favor, hablaremos en un lugar más tranquilo –dijo él.

Sara siguió al hombre a la parte de atrás de la tienda, donde éste le contó lo que sabía sobre el enigmático libro.

–Se trata de un ejemplar muy especial, únicamente existen cuatro en todo el mundo. Es tan singular que no lo puede leer cualquiera, es el propio libro el que escoge a sus lectores.

Sara se quedó atónita, no daba crédito a lo que aquel hombre decía. ¿Cómo iba un libro a decidir quién puede leerlo? Dejó a un lado su excepticismo y le contó al librero lo que había sucedido las veces que había intentado leerlo. Éste no pareció sorprenderse al escuchar tan insólita historia.

–No se asuste –le dijo él, percibiendo la incredulidad en sus ojos–. El libro se las ingenia a su manera para evitar ser leído. A veces puede ser bastante jocoso y señora, por lo que veo, me temo que está jugando con usted.
Ella no dijo nada, cogió el libro y se marchó. A pesar de lo perpleja que se sentía por lo que acababa de descubrir, seguía teniendo muchas ganas de leerlo. Una vez en casa lo abrió por la primera página y respiró hondo antes de empezar. Justo después estaba apagando el despertador, ya eran las 7:30.