MIEDO
No le gustaba nada ir a la ciudad, había tanta gente, ruido, coches, contaminación… Y estaba el incidente que sufrió hacía años y que era incapaz de borrar de su memoria. Los recuerdos le hicieron pasar una noche agitada y se levantó nervioso. Estaba tan acostumbrado a vivir en lo alto del monte, solo, apartado de todo que, aunque era consciente de la exageración, no podía evitar sentir cierta angustia. Desayunó lo poco que su estómago le permitió, se vistió y entró en el coche. Cuando casi había llegado y vio un cartel en el que ponía “Daudia” sintió que el corazón se le salía del pecho. Respiró lo más hondo que pudo y apretó el pedal del acelerador.
INJUSTAMENTE
ENCARCELADO
—¡No he
hecho nada malo! ¡Nada! —gritaba desesperado el joven reo.
Apenas
llevaba dos horas encerrado en aquella asquerosa celda, pero le parecían días.
Se sentía exasperado como nunca antes y una enorme sensación de impotencia le
recorría todo el cuerpo.
—Yo no he
hecho nada —repitió, esta vez susurrando. No le quedaban ganas de continuar
desgañitándose, dado el caso omiso que le hacían el par de policías que le
habían detenido.
Morán y Cruz
tomaban su habitual taza de café nocturna mientras comentaban lo sucedido:
—Menuda
manifestación la de hoy, Morán. Y cada vez son peores, la cosa empieza a
ponerse fea.
—Esos
niñatos piensan que pueden protestar por cualquier cosa —respondió Morán.
—Así va el
país —sentenció Cruz.
ARREPENTIDO
Creo que no puedo sudar más, es imposible estar
más empapado. Acabo de ducharme y ya tengo un montón de chorretones de sudor
resbalando por todo mi cuerpo. Siento un calor agobiante, aunque no sé muy bien
si mi exceso de transpiración se debe a los
nervios o a los treinta y seis grados que marca el termómetro. Pero… ¿cómo voy
a presentarme así a la cita? En cuanto ella vea las manchas de sudor en mi
camisa solo va a sentir asco. Lo mismo de siempre. Será mejor que dé la vuelta
y regrese a casa. Aún estoy a tiempo de ver la película que echan en
la tele. Con suerte quizá la de esta semana sea buena.
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